Miseria

Con motivo de la reciente aparición, en castellano, de un volumen de memorias de Valentí Puig, Dioses de época, se pudo advertir, en las redes sociales y en algún periódico digital de mala fama, un conato de campaña contra el escritor mallorquín, activado en dos frentes de batalla complementarios. Unos le reprochan con amargura que en este nuevo libro haya optado por el castellano habiendo escrito en catalán sus anteriores textos autobiográficos; otros lo llenan de improperios por sus posiciones proatlantistas y su pensamiento liberal conservador. Hay quien califica su opción lingüística de “pataleta”; quien le acusa de no tener “ningún respeto por sus lectores catalanes”; quien le trata de corrupto y de no tener idea de lo que dice cuando habla de la relación de Pla con Tarradellas —el único presidente sensato que ha tenido la Generalitat, y por eso mismo objeto de un odio recomido por parte de los nacionalistas catalanes—. Tampoco se le perdona que considere a Joan Fuster un escritor sobrevalorado, que no hable mal de José María Aznar o que señale al islam como el enemigo de Occidente.

            Por su escasa trascendencia, esa feria de rabias no merecería comentario alguno de no ser porque pone de manifiesto una corriente de opinión políticamente hegemónica en la sociedad catalana y que, presentándose a sí misma como la esencia de la democracia, no es otra cosa que un afán de sustituir el sistema de libertades que consagra el Estado de derecho por la adhesión obligada a los prejuicios de la tribu. El fenómeno ya lo observaba Ortega y Gasset hace más de cien años: “Toda interpretación soi-disant democrática de un orden vital que no sea el derecho público es fatalmente plebeyismo”. Son ciertamente pocos los que se han puesto a abrir fuego contra el escritor, con toda probabilidad porque el grueso de los batallones está integrado por personas que ni saben quién es Valentí Puig ni están interesadas en la literatura de pensamiento, pero la idea antiliberal según la cual un escritor no puede elegir libremente la lengua en la que se expresa está claramente incrustada en las conciencias de los que se engordan con la miseria moral. Tan incrustada como la de considerar —otra idea antiliberal— que un autor no puede tener una visión diferente de la izquierdista sobre las cosas que pasan en este mundo. Lo que no puede percibirse cuando se ha decidido hacer de la miseria un ideal de vida es el valor excepcional, en castellano y en catalán, de una obra como la de Valentí Puig, que con Dioses de época vuelve a brillar, como en muchos otros libros, por la inteligencia, la virtud estilística y la sustanciosa experiencia de vida que ofrecen sus páginas.

(Publicado en Quadern de El País, 19-09-2021)

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