Un compendio

Dentro de un tiempo que preveo largo, si algún día el mundo empieza a recuperar el juicio, ciertos discursos parlamentarios actuales podrán leerse ―suponiendo que sean inteligibles― como se leen las marcas que dejan las crecidas de los ríos: hasta aquí llegaron las aguas. Hará cosa de dos semanas, por ejemplo, la consejera de Salud de la Generalitat de Cataluña, Alba Vergés, empezó su intervención, en respuesta al diputado de Ciudadanos Jorge Soler, advirtiendo de que ya se le habían hinchado los ovarios. No diré que el hecho no haya sido objeto de comentario en las columnas de opinión, pero esa advertencia de Alba Vergés dio pie a un discurso de apenas dos minutos que merece la pena apreciar en su conjunto como compendio de las ideas públicas de nuestro tiempo.

            El motivo del estado lamentable en el que decía encontrarse la consejera en el inicio de su turno de respuesta era la arrogancia científica del diputado al que se dirigía en aquel momento, pero no se trataba de un fenómeno espontáneo, sino de un mal que se fue incubando durante años. La consejera recordaba perfectamente, según explicó a continuación, que ese malestar suyo le empezó el mismo día en que conoció al diputado en un debate electoral de la campaña de 2017. En aquella ocasión ya le quedó claro que el señor Soler, por el hecho de ser médico, de tener estudios, se creía mejor que las otras personas. «¡El típico clasismo!» ―exclamó la consejera―. «¡Y me atrevo a decir rancio!», añadió. El desprecio por el conocimiento no es un prejuicio reciente ―Tocqueville, hace más de ciento ochenta años, ya lo consideró inherente a las sociedades democráticas―, pero la democracia participativa lo ha convertido en la fuente de todas las manías políticas del siglo. Al conocimiento, solo puede oponérsele el sentimiento, y así, la consejera replica a la arrogancia científica del diputado que el sistema público de salud «también puede defenderse desde una visión ciudadana sin ser directamente profesional sanitario, pero queriendo muchísimo a los profesionales sanitarios». Después de eso, sin solución de continuidad y a modo de conclusión, la señora Vergés ordena al diputado que se feminice con el objetivo de aprender a trabajar en equipo: «Por lo tanto, feminícese un poco, feminícese un poco, un poquito nada más… porque, ¿usted sabe qué son los equipos?». En el compendio de la consejera no falta ninguno de los valores y las sensibilidades de la cultura contemporánea: el gusto por la grosería, el juicio de intenciones, el desprecio por el saber, los sentimientos como medida de todas las cosas y el feminismo patológico. Y el trabajo en equipo.

(Publicado en Quadern de El País, 04-02-2021)

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Una respuesta a Un compendio

  1. Ricardo dijo:

    👌

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